Han pasado ya dos años largos desde que buena parte de pueblos y ciudades cambiaron el color de su gobierno y nuevos gestores progresistas asumieron los gobiernos municipales. Ni qué decir tiene como se notan en positivo los cambios observados en este tiempo y cuales son los proyectos que van desarrollándose y proyectándose al futuro, teniendo claro que queda mucho para hacer especialmente, para romper la inercia autoritaria y casi feudal de las últimas legislaturas.
Desde rediseñar el territorio urbano y periurbano y la manera en que las personas tendrían que relacionarse con él, con espacios peatonales y para los automóviles, reintroduciendo la naturaleza en la ciudad imbricando la ciudad con el entorno, a volver a programar actividades normalizadas y normalizadoras para acercar la cultura o el arte a toda la población, desde la diversidad y los intereses de diferentes colectivos.
Las ciudades se definen, redefinen y proclaman –con más o menos acreditaciones oficiales,- como educadoras, amigas de la infancia, deportivas, inclusivas, sostenibles, inteligentes, de la música, de la cultura, verdes, saludables... En esta nueva etapa se han realizado actividades y se han diseñado e impulsado diferentes programas y actividades en todos o algunos de estos ámbitos; se han plantado árboles, se han ampliado aceras, se han establecido medidas para pacificar el tráfico», se han programado y realizado nuevas actividades culturales, deportivas o lúdicas, se han propiciado nuevas formas de participación al municipio.
Desde rediseñar el territorio urbano y periurbano y la manera en que las personas tendrían que relacionarse con él, con espacios peatonales y para los automóviles, reintroduciendo la naturaleza en la ciudad imbricando la ciudad con el entorno, a volver a programar actividades normalizadas y normalizadoras para acercar la cultura o el arte a toda la población, desde la diversidad y los intereses de diferentes colectivos.
Las ciudades se definen, redefinen y proclaman –con más o menos acreditaciones oficiales,- como educadoras, amigas de la infancia, deportivas, inclusivas, sostenibles, inteligentes, de la música, de la cultura, verdes, saludables... En esta nueva etapa se han realizado actividades y se han diseñado e impulsado diferentes programas y actividades en todos o algunos de estos ámbitos; se han plantado árboles, se han ampliado aceras, se han establecido medidas para pacificar el tráfico», se han programado y realizado nuevas actividades culturales, deportivas o lúdicas, se han propiciado nuevas formas de participación al municipio.
La ciudadanía va acogiendo de buen grado los cambios porque, experimentan las nuevas realidades y adivinan como podrá ser en el futuro cuando vayan desarrollándose los planes y las estrategias. Esperanzas de futuros que van haciéndose presentes, semana a semana. Y cuando reflexiono sobre todo esto me vienen repetidamente a la cabeza algunas preguntas: ¿Para quien se están haciendo, rediseñando o proyectando estos pueblos y ciudades? ¿Quién tendrá que disfrutar de la Naturaleza en la ciudad? ¿Quién y cómo experimentará esas nuevas maneras de relacionarse con el entorno, o aprovechará los nuevos espacios de comunicación y de relaciones personales...? ¿Para hacer qué cosas? Me refiero a las persones adultas que habitarán estos territorio dentro de 10 o 20 años y que ahora están en plena infancia y/o adolescencia, inmersos en la vorágine consumista y de exaltación de la imagen personal copiada, el individualismo y la atención centrada en todo lo que sale por las pantallitas, sean horas de juego, seríes o canciones que modelan el pensamiento, o intercambios de mensajes y futilidades varias que pretenden ser comunicación y no son más que tiempo y atención mal utilizada.
FAMILIA, ESCUELA, CIUDAD
Las personas se forman en tres escenarios fundamentales, prácticamente simultáneos en el tiempo de aprender a vivir: la familia, la escuela y la ciudad/el pueblo. Ninguno de los tres es más importante, cada uno tiene su lugar y no pueden intercambiarse las responsabilidades en la educación.
¿Qué están aprendiendo las niñas y los niños, los y las adolescentes de la vida y para la vida? Básicamente -no nos engañamos- a consumir tiemps y dinero, a desear todo aquello que se expone en las estanterías, pantallas y cualquier mostrador que se les presente y empezar a frustrarse para no poder alcanzar todo lo que desean. Además de buena parte de individualismo gregario y poca empatia i solidaridad.
En cuanto a la educación, nos enconramos por un lado, los modelos que se presentan en casa, desde los roles más o menos conscientes del padre, la madre y otros familiares. Por otro, unos objetivos didácticos, una presentación y explicación del mundo desde la escuela, con las cotidianas interacciones con los grupos de iguales, de compañeras y compañeros. Las escuelas van desarrollando los currículums, planificando la formación y haciendo lograr objetivos educativos, necesariamente en relación estrechada con las familias y dentro la comunidad local.
¿Y que debería hacer la ciudad, el municipio? Sin ninguna duda, deberían facilitar herramientas a las familias que los permiten reflexionar y tener criterios claros para la educación de sus hijos e hijas, especialmente a los momentos más críticos, y favorecer su evolución: inicio de la familia, entrada a la escuela o adolescencia y dificultades sobrevenidas inesperadas. También, facilitar en los centros educativos materiales y actividades para poner a su alcance la historia, el territorio y la vida de la ciudad como herramienta educativa en una constante relación.
RESPONSABILIDAD MUNICIPAL
Pero, no debe acabar aquí su tarea, porque hay otras responsabilidades municipales en la formación ciudadana de niños, niñas y niños y adolescentes. Hay que facilitar espacios de reflexión, de juego libre en compañía, de formación e implicación en la participación y toma de decisiones en todas las edades, de implicación en el cambio de la ciudad, en la problemática social local y del mundo entero. Hay que ofrecerles un abanico de actividades donde no sean únicamente receptores y aprendices de consumo compulsivo de lo que sea, incluso el tiempo, con personas que les ayuden en su crecimiento personal y en la relación sana y funcional con las tecnologías y las nuevas relaciones sociales, tendiéndoles puentes al futuro.
El papel del municipios debe ser de ser proactivo. Deben hacer lo necesario para poner al alcance de niños y adolescentes espacios de interrelación y de comunicación, con la posibilidad de que puedan aprender la responsabilidad propia en su gestión, donde puedan programar sus propias actividades y poner en práctica sus proyectos. Deben de ofrecer actividades cotidianas de ocio sano y alternativo, oportunidades de realizar actividades de voluntariado y poder comprometerse con proyectos comunitarios, de investigación, de relaciones intergeneracionales o de desarrollo y solidaridad con quien lo pasa mal.
Y, evidentemente, hay que propiciar la participación desde pequeños en las decisiones que tienen que ver con su presente y futuro, que son todas las que se toman porque -al menos- el futuro tendrá que ser suyo. Una «participación» que no empieza ni acaba con convocatorias y reuniones de los Consejos Municipales de Infancia o sinónimos, aunque hará falta que se constituyan y funcionen en cada pueblo o ciudad, por pequeño que sea, como concreción institucional y visible de la importancia y necesidad de tener presente esta población de presente y de futuro. Pero siempre que no sean, claro, un florero que se coloca periódicamente en las alcaldías o en los salones de pleno por unos cuántos días y se vuelve a guardar.
No deberíamos sorprendernos con noticias o experiencias directas sobre violencia juvenil en cualquier ámbito, sexismo, indiferencia e insolidaridad social, adicciones a sustancias o actividades compulsivas y poco lógicas, con poca o ninguna implicación con la Naturaleza o la vida en general si no se ofrece a la Infancia y la Adolescencia de cada pueblo o ciudad la oportunidad de crecer y comprender el mundo en libertad. Con amigas y amigos y espacio y tiempo para convivir, en contacto con el territorio, aprendiendo de la historia viva de la gente, en relación con la experiencia de las personas mayores y la ingenuidad de los más pequeños, facilitándoles modelos para que puedan elegir del alud de contenidos que conlleva el mundo moderno. Esto sólo puede hacerse desde la corta distancia que permite el contacto cotidiano, la retroalimentación rápida y el conocimiento de lo que tenemos y a quienes tenemos cerca al municipio; y lentamente, porque las cosas de las personas y de su crecimiento cuestan y no pueden alcanzarse -únicamente- con presupuestos, si se los hubiera.
Eduard Hervàs Martínez
Psicólogo
@psicofamilia