domingo, 15 de abril de 2007

LIBROS, LECTURAS Y EDUCACIÓN EN VALORES

Mientras los libros tienen una realidad física, con papel, cartón, páginas, letras y espacios en blanco, los valores o principios no son nada si no se concretan en actitudes –que se adivinan- y comportamientos –que a veces se sufren-. En un mundo cada vez más desgajado, donde la cordura se esconde en las grietas del entendimiento compartido, me da miedo escribir de valores, de valores y escuela y, más aún, de valores, escuela y libros. Pero reconozco que son tres conceptos, formados de muchas realidades diversas, que pueden multiplicar sus ganancias al confluir en una misma actividad o proyecto con objetivos definidos.

Los valores son algo abstracto que se incrusta en el conocimiento poco a poco desde el nacimiento, en la familia, en la televisión, en la calle y a la escuela. Se aprenden copiando, sin saber que se aprenden, y al contarnos los estudiosos que se han aprendido algunos todos nos ponemos las manos a la cabeza.

La escuela es el instrumento que la Sociedad se ha dado para socializar los niños y que aprendan a estar con otros iguales y adultos, para que vayan haciéndose ciudadanos, para darles herramientas de conocimiento y para tenerlos unas horas al día, unos días a la semana y muchas semanas al año, que la madre y el padre deben trabajar.

Los libros son unos aparatos preciosos y casi perfectos en su diseño, algunos de los cuales deben aprenderse para examinarse después, y otros se leen por placer. Puede dar miedo pensar que los libros de leer –que se leen por el placer de leer libros- puedan utilizarse en la escuela para enseñar valores; pero no es el caso, porque los valores no se enseñan. Aunque todo lo que se hace la escuela tiene en su base y por el medio unos valores que se intentan transmitir, adrede o sin querer, qué la escuela ni es neutra ni lo puede ser, que tiene el encargo legal de orientarse hacia unas finalidades claras, unos valores: el respeto de los derechos y libertades, la igualdad entre hombres y mujeres, la no discriminación por discapacidad, la tolerancia, la libertad dentro los principios democráticos de convivencia, la resolución pacífica de los conflictos, la responsabilidad, el esfuerzo, la paz, la cooperación, la solidaridad, el respeto al medio ambiente, a las lenguas y a las culturas, el ejercicio de la ciudadanía y la participación. Conductas o estados finales positivos que favorecen el individuo favoreciendo el resto de la sociedad

Los valores se educan, s'aprehenden, se incorporan a las estructuras de pensamiento de cada uno al tiempo que se vive, al enfrentar como protagonista o espectador los acontecimientos más cotidianos y los extraordinarios.

Para trabajar en la escuela la serie de valores enumerados arriba, el grupo-clase debería estar presente en muchas situaciones y resolver muchos conflictos. Que en la vida real ni se presentan todos en horario lectivo ni delante o en medio de un grupo de escolares ávidos de acción. Y aquí entran los libros, como contenedores de historias con personajes, planteamiento, desarrollo y resolución; con protagonistas, escenas y palabras que no se van ni se recuerdan de diferente manera según el momento y la excitación. Y siempre pueden volver a revivirse, leyéndolas. Además, las historias pueden estar también ilustradas, lo cual puede ayudar a experimentar mejor la historia de manera individual o colectiva.

Las historias que nos presentan los libros, seleccionadas y adaptadas según el entendimiento que se supone a los posibles receptores, pueden ser herramientas para tratar algún de los valores que se plantean en los documentos del centro. Porque los objetivos educativos deben plantearse por poder evaluar después los resultados. Y los centros educativos deben tener muy claro qué, por qué, como y cuando quieren proponerle al alumnado.

Y ¿qué se puede hacer con los libros y las historias que se explican, por tratar en la clase temas alrededor de los valores? Muchas cosas, como con las historias que cuento el alumnado, las que se ven a la televisión o las que se viven en el patio: son la materia prima desde donde empezar a construir. Por ello, es fundamental hablar entre todos de eso, abrir debates, utilizar la palabra. Porque la palabra, dicha, escuchada o leída, conforma el pensamiento.

Y con las palabras de los libros y las palabras del diálogo y el debate se pueden plantear las diferentes actividades:
  • ENTENDER QUÉ PASA, POR QUÉ PASA Y PODER CONTARLO. En primer lugar, hay que entender la historia o las historias que se cuentan en el libro y saber qué cosas pasan y a causa de qué. Averiguar las causas y las consecuencias, en relación al valor que se haya elegido por tratar. Normalmente, dejando aparte las loterías, una vez has decidido jugar, las cosas no pasan porque sí; suelen ser consecuencia de un hecho anterior y causa de hechos posteriores. No hace falta que sea el argumento total del libro, puede utilizarse alguna parte donde ocurra algo que sea relevante en relación a los objetivos pedagógicos. Después puede empezar a jugarse con la historia y los personajes a otros juegos:
  • JUEGOS DE ROL. Dramatización por parte del alumnado de algunas pequeñas escenas del libro, para que los actores puedan averiguar qué sentirían los personajes y como reaccionarían si fueran ellos mismos. Se trata de un entrenamiento para ponerse en el lugar de los otros; ahora, de quienes salen al libro.
  • QUÉ PASARÍA SI... Solo al cambiar algo puede verse como cambia todo. El maestro propone un momento de la historia donde se plantean diferentes posibilidades, y el alumnado, en pequeños grupos, continúa la historia en diferentes historias divergentes, lo explican a los compañeros y compañeras y observan los diferentes argumentos que se abren como las ramas de un árbol.
  • DESDE EL FINAL AL PRINCIPIO. El alumnado sólo conoce la parte final del libro y deben ir explicando la historia de atrás a adelante, haciendo que sea coherente. Al acabar, se lee la historia real que el autor había escrito.
  • LEER Y CONTAR. El libro lo empieza a leer en silencio un alumno o alumna. Después lo cuenta resumidamente al resto del grupo, que le van haciendo preguntas para llegar a entender la historia. Sólo se contesta la que se pregunta, y lo que no se sabe se puede inventar. Se va continuando leyendo en silencio y contando a los compañeros hasta que acabe la historia.
Estos juegos, y muchos otros que se pueden inventar las maestras y los maestros, se deben aprovechar por hacer muchas preguntas y suscitar muchas respuestas: ¿Por qué ha hecho esto?, ¿Qué habrá sentido?, ¿Qué pensará?, Tú, ¿que harías? Tu madre, ¿que diría? ¿Y tu abuelo? ¿Como te sentirías si...?, tomando el argumento siempre como una excusa y un ejemplo de retales de vidas contadas. Quizá antes o después, al batir y debatir la historia le tome gusto al tema y lo comente con los amigos o con la madre, Y quizá también, le busque más libros solo por placer de leerlos.

(traducción del artículo publicado en a la revista l'Illa, d'Edicions Bromera, núm. 44 Hivern 2006)

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