domingo, 30 de octubre de 2011

ENTRE EL JALOUIN, LAS HOGUERAS DE MAYO Y EL PAVO DE ACCIÓN DE GRACIAS


(LAS HOGUERAS DE MAYO EN CARLET)
La noche del día 2 de mayo se celebraban en Carlet las hogueras. En Carlet no había fallas, quien lo diría. El vecindario encendía las hogueras aquella noche, en medio de las calles y, como se suele hacer en estos casos, los niños y jóvenes saltaban los fuegos, asaban
 carne y embutido y cenaban mayores, pequeños y quien fuera. Recuerdo haber quemado un año una pila de cajones de madera de un almacén de naranja que -supongo- no debían de servir. ¿Y por qué la noche del dos de mayo? Porque sí, porque era cuando debía ser y como debía ser: fuego en medio de la calle, cenar con los vecinos, saltar fuegos... Dicen que años atrás había toda una liturgia colectiva, con versos satíricos y recuerdos de la guerra de la Independencia en la plaza, con tcohetes rememorando los cañones patrióticos. Aquello yo ya no lo conocí.
Las hogueras s'acabaron al complicarse el pueblo con la limpieza urbana, el asfaltado de las calles y la desidia municipal de los gobernantes locales por lo propio. A mitad de los 80 aún s'intentó revivificar la memoria desde el Ayuntamiento, con un cartel y un adhesivo recordando la fecha, y -creo recordar- la oferta de arena para el suelo, pero fue el último intento y la desmemoria cubró otro signo de identidad. El cambio politico-ideológico y el afán de control -siempre es más fácil controlar una falla que el vecindario en la calle-, además del movimiento económico y la "belleza" que provoca la fiesta fallera arrinconó a las últimas neuronas del olvido aquella tradición.

(EL JALOUIN, LA NUEVA "TRADICIÓN")
Sin embargo, ahora, ya tenemos aquí un año más el Jalouin, la fiesta de las calabazas agujereadas, los disfraces que quieren querer dar miedo, el “truco o trato” y los caramelos y dulces que piden los niños por la vecindad. Aquella fiesta que aprendimos en las series televisivas norteamericanas. Ya hace días que las tiendas y grandes almacenes están repletas de disfraces y otros elementos de este folclore. Iba a decir extranjero, pero creo que ya no. Fiestas de Jalouin en cada rincón. Incluso, en las escuelas, fallas y otras asociaciones. Y todos bien contentos con su disfraz y calabazas con luz y sonrisa puesta, de todas las medidas y materiales.
Es normal, moviliza el personal y la economía. Y les hace sentir parte de una globalidad cultural y celebradora. Seguro que en la televisión alguien suelta aquello de “como es tradicional...” Y no añade que es tradicional en Norteamérica. Quizá algunas -demasiadas- escuelas habrán celebrado el Jalouin de diferentes formas
Maestros, padres, políticos o dinamizadores culturales de las instituciones ¿tienen algo a decir de todo esto? Quizá asuman que es una “tradición y que engancha a la población y apoyan las fiestecitas y las peregrinaciones infantiles hacia los dulces y caramelos. Para muchos, el concepto de “tradición” solo se explica como “lo que se hizo el año pasado... (Un año ya hace tradición, pues)

(EL PAVO ASADO Y LOS FAROLES DE SANDÍA)
La crisis nos ha librado hasta el momento de una nueva tradición de toda la vida. Imaginaos de aquí a unas semanas comiéndo un buen pavo en el horno en “Acción de Gracias” con el personal de la empresa, la falla o la AMPA. Como hacen los amigos norteamericanos en los films o series de televisión.
Aquí en La Ribera del Xúquer existe la tradición de hacer farolillos de melón por el verano, vaciando las sandías que no sirven para comer. Tradicionalmente se dibujaban figuras esotéricas: casita, puerta, espiral, escalera, sol, luna, estrellas... Se iluminan con una vela y los dibujos brillan; y los niños y las niñas los pasean cantando.
Cada farolillo de sandía llevado por una niña o un niño tiene más valor que quinientas calabazas risueñas y una docena de monstruitos pidiendo “truco o trato” -ayer llamaron en la puerta y casi me saltan las lágrimas cuando les oí la globalizada frase.
Y que cada farol valga por una hoguera de la noche del dos de mayo carletina que, lo siento mucho, valía para mí mucho más que cada falla que se planta y arde la noche de San José.
En cuanto al pavo de Acción de Gracias, démosle tiempo al tiempo y dejad que la crisis vaya estabilizando los mercados, pero a mí siempre me valdrá más una morcilla asada en la brasa de una hoguera que una gran zanca de aquel pavo. 

Edaurd Hervàs

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