domingo, 9 de octubre de 2011

LA VIDA NO ES JUSTA, NI INJUSTA

La vida no es justa. No es justa ni es injusta, no es una condición que pueda tener, porque carece de voluntad. Una vida puede ser larga o corta o estar muy llena o muy vacía, pero es un estado del organismo que la vive, de la persona en este caso, que no de la vida, que es un proceso más o menos automático para cada ser vivo.

Cada vida es valiosa por si misma, especialmente cada vida humana; y para la persona que la vive, la más importante. Por ello, nos afecta profundamente cuando vemos que alguna vida se pierde o está a punto de perderse, en momentos, edades o condiciones específicas: una persona joven, un asesinato, una persona amada O cuando sus condiciones personales o familiares han pasado a ser negativas o catastróficas: el despido en el trabajo, el paro, una enfermedad, la falta de medios económicos...

La vida es como es, un proceso que se suma y multiplica en relaciones simbióticas a tantas de otros, y no podemos calificarla de justa por como trataa las personas. Pero si que podemos decir que injusto es un grupo social, una familia, un sistema económico que es insolidario, opresor o violento.

Cientos de miles de personas, que por el hecho de serlo tienen la misma dignidad que cada uno de nosotros, aunque no hayan tenido nunca ni ipods, ipads, tablets o similares, están hacinadas en campos de refugiados, sin nada y esperando que el resto del mundo les ayude a seguir viviendo.

Contaba en la radio el excelente y comprometido periodista Vicente Romero que, entre Kènia y Senegal hay una franja de 100 Km. con miles de personas de todas las edades, refugiadas de las guerras africanas actuales, sin ningún tipo de ayuda de todos aquellos organismos internacionales y ONG que deberían estar atendiéndolos, evitando tantas muertes. Porque tienen miedo que les pase algo a sus trabajadores y cooperantes.

No es que la vida sea injusta con estas personas en el límite entre la vida y la muerte, sino que su sufrimiento y aniquilación como seres humanos, familias y pueblos, son fruto de las acciones y omisiones de los poderosos del mundo, los que controlan el territorio y el dinero. Y, también, de quienes tenemos nuestras necesidades bien cubiertas, con comida en la nevera, un lugar por dormir y estar con las personas y las cosas que queremos. Incluso, con la crisis económica y sus consecuencias, que no tienen nada que ver con las consecuencias de la injusticia contra aquellos refugiados que van siendo eliminados de la vida poco a poco. Y que ya querrían sufrir directamente una crisis como la nuestra y no verse cotidianamente en el límite de tanta muerte.
Son situaciones terriblemente injustas que ponen encima la mesa la falta de vergüenza de los responsables políticos y sociales a quien se les paga para tener en cuenta y resolver estas situaciones. Y de las sociedades occidentales en general, que apartamos la vista de las imágenes de las madres arrastrando hijos desnutridos.
Madres que, como contaba Vicente Romero, ofrecen los hijos a cualquiera que pase en coche, para que se los lleven de aquellos campos de muerte y tengan alguna opción de vida futura.

Niños y niñas, adolescentes y jóvenes deberían ser informados de todo esto para que sean conscientes de la realidad de la justicia y la injusticia, en la medida de sus capacidades de entendimiento y reflexión, que tienen. No se puede esconder la realidad de la vida si queremos que cambie algo, las personas somos las que podemos y podrán hacer que el futuro sea diferente, sin seguir engañándonos y dejar que nos engañen al decir que “la vida no es justa”. 

Porque las relaciones entre pueblos y naciones, mediatizadas siempre por negociantes, banqueros y generales, pasan por encima de las historias, los pasados y los futuros que conforman muchas vidas. Y somos las personas los que habrán (habremos) de conseguir un mundo centrado en la vida y no en la muerte y el sufrimiento a que llevan los intereses económicos de quienes ocupan los lugares de poder.

No hay comentarios: