sábado, 12 de octubre de 2013

LAS IMPOSIBILIDADES DEL CEREBRO: CÉNTIMOS Y BYTES.

Dicen que el cerebro tiene mucha capacidad que no hemos aprendido aún a desarrollar. Parece una fantasía o un espejismo pseudocientífico, pero me es indiferente. Porque lo que está muy claro es que hay una imposibilidad física y lógica de “tener en la cabeza”, de ser consciente, de controlar todo lo que una persona se cree capaz de hacer, en un momento concreto. 
El cerebro tiene mucha potencia y muchas potencialidades, pero tiene una capacidad limitada de funcionamiento en un tiempo determinado. No se puede ser consciente de cuanto se tiene en mente, o tenerlo todo en la mente, en un mismo momento.

CUIDAR LA IMAGEN 
Es a nuestro sistema socioeconómico, basado en el consumo acelerado y compulsivo, a quien le interesa que hombres y mujeres, chicos y chicas, tengan la cabeza llena de historietas y personajes nuevos e hiperactivos; de camisetas con tirantes y sin tirantes, de un solo tirante o palabra de honor -si eso se puede decir al hablar de camisetas-, bordadas y sin bordar, con encaje o sin él, de todos y cada uno de los colores del arcoiris y sus sucesivas y multiplicadas combinaciones, permutaciones y variaciones. Y pantaloncitos, pantalonotes, largos, cortos, piratas a medio culo o a culo entero, faldas, faldas y faldas, con la necesidad de que todo combine cada vez consigo mismo y con las zapatillas, zapatos, botas o sandalias; o con los relojes, los colgantes y pendientes, colgantes y colgancitos; las pulseras, pulseritas,  collaritos y grandes collares.
¡Cuanto esfuerzo para poder salir en la calle y sentir que se siente a gusto! Y antes o después, todo lo necesario para la imagen corporal: potingues para la cara, para el cuerpo, pinturas, cremas, rimels, pintalabios, anillas, piercings, tatuajes si o no, peinados repeinados, cabellos teñidos, recortados, pegados... Técnicas y tratamientos para adelgazar o engordar, parar rellenar las tetas, el culo o los labios y rebajar las caderas o refinar la nariz...

APARATOS 
O tener la cabeza, los tiempos y los espacios llenos de aparatos de imagen y similares: ipods, ipads, tablets, cámaras, vídeos, consolas, consolitas, pcboxs, PSPs XPs, XBox y similares, con programas de juegos y más juegos, maravillosos, encantadores, que llenan el cerebro con mil historias de mil mundos que nunca se repiten y que consiguen unas habilidades y destrezas nunca imaginadas al saltar, correr, eliminar enemigos, buscar claves y aparatos imposibles, escenarios virtuales y nuevos, monstruos y superhéroes; solos o compartidos al instantecon quien sabe quien por el maravilloso internet. ¿Sabéis qué? Todo esto ocupa mucho espacio en el cerebro. Añadiremos la constante y necesaria atención al móviles, cada vez más modernos y con más "posibilidades" y sus consecuencias: se es consciente de tener todo el derecho a llamar, hablar, ser llamados y hablados, dados un toque o una perdida en cada momento de las veinticuatro horas del día y de la noche, pasando ya de los mensajes de texto o de imagen que se debían leer/contestar con toda la inmediatez posible a la obligada inmediatez de los whatsapps. Además de las redes sociales, que hay que controlar y atender al minuto.
Y el constante deseo del teléfono móvil, antes más pequeño o más compacto y ahora muy smartphónico con la pantalla más grande y con más aplicaciones, más megapíxeles en la cámara, memoria RAM, GPS, vídeo, música, imágenes, televisión, 3G o 4G... Siempre hay uno mejor y al que hay que aspirar.


LA TELE Y LAS SERIES
Y ahora, que tenemos cualquier televisión a la hora que sea y en cualquier lugar. Podemos ver en el móvil, en la tablet, en el portátil cualquier programa o serie. Normalmente, series,  que hay que seguir según el ambiente, el momento y las amistades. Hay de todo y para
todas las personas.
Quizá no sea tan importante el impacto de las series televisivas o realitys -más o menos, es lo mismo- en cuanto a las historias que cuentan, que van introduciéndose y ocupando los rincones de la memoria y del conocimiento, más reales que la propia realidad porque no suelen provocar ninguna reflexión y llevan directamente a la acción/inacción sin pasar por ninguno de los filtros de la experiencia o del pensamiento. Lo más importante y más grave es que ocupan tiempo y pensamiento; un tiempo donde se hace nada y no se piensa ninguna otra cosa.
COMO LA ARENA SECA DEL DESIERTO
Adolescentes ellos y ellas, o adultas y adultos, con la gran preocupación -¿cómo no?- de qué ponerse, qué tener, donde ir y con quien para lucir los conjuntos y mirar y que et miren al trasluz; enviar y responder whatsapp tras whatsapp, decir me gusta y comparto en el Facebook o tuitear y retuitear cualquier bostezo.
Mientras tanto, el tiempo se va deslizando por los dedos como la arena fina y seca del desierto. Y todo lo que debería ser más importante, incluso luchar por la dignidad o por la vida -propia o ajena- queda suspenso en los límites de la imposibilidad, porque no hay el cuándo ni quizá se acuerde del porqué. 

El cerebro, ¿que también necesita más memoria RAM? No debería ser así. Es una trampa más, que los accesorios ocupen el lugar de los cimientos. El capitalismo consumista ordena las prioridades y desmenuza los minutos hasta hacerlos céntimos o bytes y no dejar tiempo para nada más.

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